Mi primer año de C.O.U. no hice casi nada.
Iba poquísimo a clase mientras los demás se preparaban para ir a la universidad.
Solamente aprobé una asignatura en la primera evaluación, Lengua Española, de pura chorra. De los cinco temas que había que estudiar sólo estudié dos, y cayeron esos dos.
¡Eh! ¡Eh! pero saqué un 7; tampoco te creas que iba a estudiar esos dos temas a fondo. Era mi año sabático.
Relax…
Así lo decidí cuando a Emilia “la carnicero” se le cruzó el cable el año anterior.
Pensé “Carpe Diem… y a lo loco”.
También te digo que los porros… mi primera novia… Ska-P… Estopa… las fiestas… aparecían en mi vida para que me lo pasara bien. Ah! Y el futbolín!
Vaya crack estaba hecho a final de curso, aunque la verdad es que ya lo había mamado desde pequeño porque mi colegio estaba al lado del mejor futbolín de Ferrol, y mi casa también.
Cuando jugaba conmigo Rubén, no nos ganaban ni los gitanos, que eran conocidos por sus múltiples acrobacias y pocas derrotas. Si nos veían en Las Vegas “casi casi” nos obligaban a jugar contra ellos para intentar ganarnos, y la verdad es que era muy divertido porque se tomaban a risa hasta cuando pasaban por debajo del futbolín.
En el momento que un gitano que juega de puta madre pierde siempre contra ti, se queda con tu cara y pasas a ser el gurú del futbolín.
El éxito está en la constancia.
Siempre fuí muy delgado, pero le imprimía un cañonazo que flipas. Todas las tiraba bien.
El 90% de los que ponían monedas al borde del fubolacho eran chicos empupitrados que jugaban en los recreos o cuando hacían pellas periódicas. Gente correcta.
Y yo seguía con mi constancia…
Siempre hacía lo mismo. Un cambio de 3 muy fuerte, y gol.
Mi Master en Futbolín no vale para nada y no está avalado por el señor del “Salón Las Vegas” pero tampoco hace falta. Me quedo con mi mejor gol. Te lo retransmito:
“Cambio de 3… y gol”
Así de simple, ya te lo dije, pero esta vez se coló por una portería y salió por la otra.
Gol!!!
Y soy un filusmín! Pero como le pegaba!!! … oh! que delicia!
Vale vale… ya paro un poco jaja.
Pensarás que debería darme vergüenza haber tirado un año de instituto a la basura… pero que va, en serio. Estoy orgulloso de haber escapado del sistema y de reírme tanto. Este artículo lo escribí pensando en una conversación que tuve con una amiga hace poco sobre “aprovechar los fracasos”.