Nunca se me dieron bien las matemáticas, pero tampoco puedo negar lo que nos hicieron (y hacen).
Hoy publico este artículo para que te sientas motivado o identificado, y sin miedo a contar lo que sucede en las aulas.
“Sin miedo a solucionarlo”
Allá voy:
En el colegio me dio clase de Matemáticas sobre todo Don Manuel, que parecía un mafioso pero era buena persona.
Le guardo aprecio aunque me hizo odiar las matemáticas casi tanto como Don Ramiro (el maltratador de Keko) con el que no aprendí casi nada en ninguna de sus clases.
Me libré de Don Andrés, que pegaba y humillaba a sus alumnos, así que se supone que tengo que dar gracias porque nunca recibí un golpe.
“Gracias” (¿Qué coño era eso?)
En el instituto me dio mates una señora llamada Socorro Casaseca.
Un persona con “algo” especial.
Todo el mundo de mi clase recuerda la relación entre esta vieja bajita con gafas oscuras y voz de pito, y yo.
Tardó poco en castigarme, y me tenía sentado a mí solo delante de todo (por gracioso), junto a la pizarra. Cuando íbamos a tener clase con ella tenía que trasladar mi mesa y mi silla para ponerme allí, pero me adapto a todo, de modo que la tarima al pie de la pizarra me servía para apoyar mis pies y repachingarme un poco.
Otra rutina que me impuso era “borrar el encerado al inicio de cada clase”, cosa que le agradezco porque nos llevó a un momento mágico de esos que no olvidas nunca.
La magia nació un día que le propuse con sutileza que otro compañero disfrutase de la sensación de borrar el encerado, pero dijo que no.
– “Es trabajo tuyo”.
– (“¿Con que sí eh?, ya verás…”)
Entonces otro día, en un cambio de clase, hice un jeroglífico con su nombre. La magia salió a la luz.
Pues nuestra amiga Socorro Casaseca, ese día entró por la puerta, pasó de largo, se sentó en su silla como si nada, y me mandó borrar el encerado como siempre:
– Pero Socorro, ¿esto también lo borro?
– Xi Iván. Todo. (Xi = Sí. Y sólo echó un vistazo corto)
– ¿Seguro? Parece importante…
– ¡Xi todo!
– Vaaaaaaaale.
Y lo tuve que borrar. 🙁
No le importó nada mi obra de arte aunque estaba toda la clase muriéndose de risa.
“Una mujer sin sangre”
Entrañable y maravillosa, pero a fin de cuentas no estaba preparada para darle clase a 30 alumnos, ni a uno.
Casualmente le dio clase a mi padre en sus tiempos, y dice que era una gran profesora…
Vale. Me lo creo. ¿Y?.
Sí sí… la perdonamos, claro. La perdonamos.
Además… hasta le guardo cariño, no como a la siguiente fenómena de la naturaleza. La última.
La mejor – la peor.
Emilia “la carnicero”.
Jaja pobre diabla.
Puedes estar tranquilo porque hoy no tendrás miedo pero hace muchos años…
Emilia acojonaba a cualquiera que se cruzase en su camino. Había que tener cuidado, era peligrosa.
Llevaba una bata blanca (de carnicero), el pelo corto, negro y con canitas.
Siempre apretaba los dientes o es que tenía la mandíbula de Schwarzenegger de nacimiento, y a día de hoy nadie sabe si esto era un rasgo físico o pura “mala hostia”.
De lo único que estoy seguro, es que esa profesora estaba diseñada para ejercer una presión psicológica a simple vista.
La cara de enfado quizá era a consecuencia de un trauma en su infancia, pero como no lo sé, sólo te puedo contar una historia basada en mi experiencia.
Pues eso…
Yo era un petardo en matemáticas por una cosa o por la otra, pero “la carnicero” por supuesto que no me cambió la vida y en la segunda evaluación fuí a clases de apoyo para no meterme en apuros.
Ese año conocí a Alberto, un profesor privado que era un crack y te enseñaba matemáticas como quien le enseña a un amigo.
“Sin gilipolleces, parece fácil. Parece mejor.”
Entonces… el tiempo pasa… y llega mi día de rebelión sosegada contra… no sé contra qué…
Emilia me saca a hacer un ejercicio que ocupaba todo el encerado. Cuando termino me dice que lo borre todo y que lo haga como me enseñó ella, y resalta que ella no me enseñó a hacerlo así.
Me negué argumentando que el ejercicio estaba bien hecho, y que ese método me gustaba más.
Me quiso echar de clase y también me negué porque mi comportamiento estaba siendo correcto.
Me quedé en clase. Ganador de la batalla.
Pfff ya me vale. Debí dejar que me humillase.
¿?
Me suspendió siempre que pudo y la última guerra, fue en Septiembre. Decidió repetir su venganza sin que yo pudiera reclamarlo.
Jodido por “la carnicero”.
Me quedaba esta asignatura pendiente para recuperarla al mismo tiempo que cursaba mi primer año de C.O.U. y saqué un 8.5 (con Socorro jaja) sin prepararlo casi nada, demostrando que ya me tenía que haber aprobado en Septiembre “la carnicero”.
No me acuerdo del examen que puso la carnicero, pero me acuerdo de algo importantísimo de aquel examen. Había ejercicios que al finalizarlos ya sabías con certeza si estaban bien hechos porque lo podías comprobar gracias al resultado que obtenías, y te ponían los puntos que valía cada ejercicio para que echases cuentas.
Yo tenía un 5.5 como mínimo cuando la carnicero me folló en Septiembre, y no la creí capaz de eso.
Menuda amargada hija de puta (podría pensar), pero sé que los profes necesitan que los motiven y es normal que estén así de enfadados. Son muchos años haciendo lo mismo una y otra vez. Llegan a un punto en el que no quieren que nada se salga de sus planes de estancamiento.
Yo qué sé…
No sé qué les pasa…
Sólo puedo terminar diciendo:
Con sangre o sin sangre en las venas, queda claro que la inteligencia no es lo primordial para ser profesor, sino la actitud.
Como en todo.