Un egoísta no sólo es el que no comparte sus cosas.
Una persona egoísta también es aquella que sufre exageradamente si un bocadillo se le cae al suelo, pero también es el que le pega un mordisco y el resto lo tira a la basura. Lo es el que bebe Coca-Cola y el que va a la playa todos los días.
Vaya… todos somos egoístas, pero la carencia de egoísmo en los momentos más decisivos de nuestra vida es uno de los mayores problemas que veo en la sociedad actual.
Hay personas que dejan de soñar. Se olvidan de soñar. ¡Conozco personas sin sueños!
Si no tienes un plan no sé lo que pasará.
Si tienes un plan quizá no logras completarlo, pero si está basado en tu pasión seguro que disfrutas con cada paso.
Ser egoísta está mal visto, pero en el momento que eres egoísta y dedicas un tiempo a ti mismo para descubrir que quieres aportarle al mundo… en ese mismo momento dejas de ser egoísta. Los que ya escuchamos esto antes, lo llamamos “EGOÍSMO – NO EGOÍSMO” y lo utilizamos para cambiar el mundo sin sentirnos culpables.
Un egocéntrico quiere que veas como se come su pastel y necesita saber que lo ves. Quiere ser el centro de atención porque en algún momento de su vida eso lo hizo superpoderoso, o al contrario, pasó por un complejo de inferioridad y lo revirtió.
No creo que sea malo tener un mínimo de egocentrismo y hasta creo que es necesario para competir por encima de tus posibilidades.
La verdadera revolución personal, está en disfrutar sacando el máximo potencial.
El máximo potencial lo sacas cuando eres lo suficientemente egoísta como para cumplir tus sueños sin importarte lo que piensen los demás.
Tu máximo potencial lo sacas cuando te quieres mucho y te apasiona lo que haces. Puedes agotarte de correr, pero tu mente no se cansa de disfrutar, y tu corazón no se cansa de amar. Te prometo que no hay un límite donde explotas.